La crisis sirven para ponernos delante de un espejo. Para decidir lo que somos a partir de nuestro reflejo. Para obviar aquello que no nos gusta ser o simplemente maquillarlo. El peregrinaje de los refugiados por Europa, sus crisis y sus miserias, tienen un poco de pantalla en la que mirarnos para conocernos o intentar desconocernos.

Tras la inoperancia de los primeros momentos y la lentitud de las respuesta llegaron los días de halagos y autocomplacencias. «España siempre fue un país solidario«, «no nos ganan en solidaridad«, «estamos superados ante la respuesta de la ciudadanía«.

Podemos maquillar el reflejo que nos devuelve el espejo. Intentar dar una respuesta racional cuando las emociones se han comido nuestras respuestas, cuando la acción ignora la reflexión. Carlos Vermut en Magical Girl lo cuenta perfectamente:

"Es curioso que sea, concretamente, España el país en el que la tauromaquia es más popular. ¿Sabes por qué España es un país en eterno conflicto? Porque no tenemos claro si es un país racional o emocional. [...] Los españoles estamos en una balanza que está suspendida justo en la mitad. Así somos los españoles, como las corridas de toros. ¿Y qué son las corridas de toros? La representación de la lucha entre el instinto y la técnica, entre la emoción y la razón. Tenemos que aceptar nuestros instintos y aprender a lidiar conellos como si fuesen un toro para que no nos destruya."
Y en mitad de la balanza, España intentado ganar en la puja de la solidaridad. Militancia epidérmica de la que pica, molesta un tiempo pero acaba desapareciendo con los días y lo cotidiano.