Alterar la normalidad de un estado, mantener un desafío constante contra una estructura de poder implica un fuerte compromiso. Los participantes tienen la certeza de que su acción es válida y legítima, se identifican con ella y sienten el deber de tener que hacerla pese su coste (violencia policial, pérdida de dinero, etc.)

Sin embargo, mantener este tipo de situaciones de manera continua no es fácil. Si no hay represión, si las autoridades no toman decisiones unilaterales, violentas o demasiado duras, los organizadores de las manifestaciones, huelgas y demás acciones pueden quedarse sin herramientas y motivos para el desafío. Sin estas razones en el corto plazo puede que el coste de participar en acciones de desobediencia sea más elevado que el agravio recibido en algún momento.

¿Qué puede pasar entonces?. Sidney Tarrow habla de la «bifurcación de la militancia» o lo que es lo mismo: aquellos con menos motivaciones para participar, que se sienten menos agraviados o incluso con menos experiencia de militancia tienden a replegarse y buscar salidas en las instituciones. Por el contrario, los más activados, con más compromiso y lazos con el movimiento buscarán otros repertorios de acción para seguir la lucha (huelgas, ocupaciones, etc.)

¿Cómo se traduce esto en esta semana y en el caso de Cataluña? Quizá un sector del independentismo quiere acelerar el proceso para evitar esa «bifurcación de la militancia». De ahí la importancia de los tiempos.

El agravio de las cargas policiales alienta adhesiones y genera empatía. Muchos de los participantes en el «paro de país» de ayer no estaban a favor del referéndum pero tenían el deber de condenar los hechos del domingo. Sin embargo, ¿cuánto puede durar esta situación? ¿Cuánto tiempo se podrán mantener a los menos motivados, a los menos agraviados, a los que tienen menos compromiso con la causa en las calles?.

Si el estado no responde con la dureza del pasado domingo, si no sigue generando herramientas para incentivar la desobediencia (aplicación del artículo 155 de la constitución), ¿se podrá evitar dos ritmos y niveles de militancia?. O por otra parte, ¿la inacción del gobierno podrá ser interpretada al mismo nivel que una carga policial o la retirada de competencias a la Generalitat para mantener a los más institucionales?